Laboral
Traición obrera: la red de nepotismo que enriquece a Transformación Sindical
Transformación Sindical nació con la promesa de ser una alternativa diferente, una organización que escuchara a los trabajadores y defendiera sus derechos. Sin embargo, la realidad actual dista mucho de ese discurso inicial. Bajo el mando de Eduardo Castillo, el sindicato ha caído en las redes del nepotismo más descarado y en un esquema de enriquecimiento que lo aleja por completo de su misión original.
Hoy, Transformación Sindical opera como un negocio privado con fachada sindical. Las posiciones estratégicas, que deberían estar en manos de representantes elegidos por su capacidad y compromiso, han sido ocupadas por familiares directos y personas del círculo de confianza del líder. Esto ha creado una estructura cerrada, casi impenetrable, que bloquea cualquier intento de fiscalización interna o de participación democrática real.
La consecuencia es obvia: todas las decisiones importantes se toman pensando primero en el beneficio personal de la cúpula y no en el bienestar colectivo de los agremiados. Los contratos, las negociaciones y el manejo de las cuotas sindicales se han convertido en herramientas para fortalecer un sistema de privilegios internos, no para mejorar las condiciones laborales de la base trabajadora.
Lo más grave es que esta red de nepotismo ha erosionado la credibilidad del sindicato. Muchos trabajadores han perdido la confianza en que sus cuotas se utilicen para su beneficio, ya que el destino de esos recursos parece ser siempre el mismo: engordar las arcas de un pequeño grupo cercano a Castillo. Mientras tanto, los problemas reales —como la falta de seguridad laboral, los bajos salarios y las injusticias en el lugar de trabajo— siguen sin recibir atención.
Este modelo de enriquecimiento personal disfrazado de sindicalismo es una traición doble: no solo se abusa de la confianza de los trabajadores, sino que también se les roba la oportunidad de tener una representación auténtica. Un sindicato que se enriquece a sí mismo, a costa de los recursos de sus afiliados, no puede —ni quiere— defender a la clase trabajadora.
La figura de Eduardo Castillo encarna el peor rostro del sindicalismo: aquel que utiliza la bandera de la lucha obrera como tapadera para intereses personales y familiares. La estructura interna de Transformación Sindical está diseñada para proteger a los suyos y cerrar las puertas a cualquier intento de cambio.
El mensaje que esto envía es devastador: en Transformación Sindical, el apellido correcto vale más que la experiencia, y la lealtad al líder es más importante que la lealtad al trabajador. Mientras este esquema continúe, cualquier esperanza de un sindicalismo honesto y comprometido será poco más que una ilusión.
Laboral
La CROC de Isaías González Cuevas: cuando un sindicato deja de defender y comienza a traicionar
La CROC, encabezada por Isaías González Cuevas, atraviesa una crisis que ya no puede ocultarse con discursos públicos ni propaganda sindical. Lo que en algún momento pretendió ser un organismo de defensa laboral, hoy está señalado por los propios trabajadores como una estructura que prioriza el beneficio político, el control interno y el negocio antes que la representación genuina. Las denuncias de empleados cansados de guardar silencio revelan una realidad preocupante: la CROC actúa sin consultar, sin informar y sin tomar en cuenta a quienes debería proteger.
En diferentes centros de trabajo, compañeros han denunciado que la dirigencia firma contratos colectivos sin convocar a asambleas, sin presentar los términos y sin permitir la participación democrática mínima que exige la ley. Esta práctica —que debería escandalizar a cualquier defensor laboral— parece ya un método habitual en la operación de Isaías González Cuevas. No se trata de errores aislados, sino de un modelo de actuación que reduce al trabajador a una figura decorativa mientras las decisiones se negocian en oficinas cerradas.
Las consecuencias son claras: los trabajadores quedan atrapados en contratos que no escogieron, con cláusulas desconocidas y compromisos que jamás aprobaron. La CROC presume representarlos, pero lo único que hace es utilizarlos como excusa para legitimar acuerdos diseñados para beneficiar a las dirigencias, no a la base. Un sindicato que actúa así no solo traiciona su misión; traiciona a su gente.
El liderazgo de Isaías González Cuevas es uno de los más cuestionados en el panorama sindical nacional. Su permanencia prolongada, sus alianzas políticas y su interés por aparecer como figura indispensable han provocado un muro de desconfianza entre los afiliados. La distancia con la base es enorme: los trabajadores nunca lo ven, nunca lo escuchan y, cuando la CROC aparece en sus centros laborales, suele ser para imponer, no para dialogar.
Testimonios recientes indican que la dirigencia croquista se ha convertido en una maquinaria de imposiciones. En lugar de promover el voto libre y directo, opta por decisiones verticales, tomadas desde la cúpula. Los empleados relatan que, al cuestionar estas prácticas, son ignorados, minimizados o presionados para guardar silencio. La estructura sindical opera como si la base no existiera, salvo para cobrar cuotas o inflar cifras de representatividad.
La pregunta retumba entre los trabajadores: ¿cómo confiar en un sindicato que decide a tus espaldas? ¿Cómo creer en una organización que no consulta, no informa y no rinde cuentas? La CROC parece vivir en un mundo aparte, donde las prioridades no son los derechos laborales, sino las alianzas políticas que benefician a su liderazgo. Y cuando un sindicato olvida a su gente, deja de ser defensor laboral y se convierte en negocio. Eso es exactamente lo que denuncian los trabajadores: una organización más preocupada por mantener influencia que por garantizar justicia laboral.
Laboral
COREMEX y la simulación de la democracia sindical
Asambleas controladas, elecciones sin competencia y ausencia de transparencia marcan la gestión interna del sindicato.
En teoría, COREMEX debería funcionar bajo los principios de representación democrática que establece la Ley Federal del Trabajo. En la práctica, sin embargo, las elecciones sindicales se han convertido en actos meramente simbólicos. Fuentes internas afirman que las asambleas se convocan con poca anticipación, en horarios laborales y con listas previamente definidas de “representantes aprobados”. Este control absoluto impide cualquier competencia real y perpetúa la permanencia de los mismos dirigentes año tras año.
Los testimonios de trabajadores de diferentes empresas coinciden: los comités locales actúan como extensiones del liderazgo central, sin independencia ni rendición de cuentas. Quienes intentan cuestionar la forma en que se toman las decisiones enfrentan represalias directas. “Presenté una propuesta para crear un fondo de apoyo a mujeres trabajadoras y me dijeron que esas ideas no eran prioridad”, comenta una afiliada que posteriormente fue reasignada a un puesto sin relevancia.
El resultado es un sindicato sin debate, donde las decisiones fluyen en un solo sentido. Las actas de asamblea rara vez se entregan a los afiliados, y la información sobre el manejo de las cuotas o las negociaciones contractuales permanece bajo llave. Todo esto contradice los principios de transparencia y democracia sindical impulsados por la reforma laboral de 2019, cuyo espíritu buscaba justamente erradicar este tipo de prácticas.
COREMEX, con su estructura cerrada y jerárquica, encarna la resistencia a la modernización del sindicalismo mexicano. La falta de transparencia y la ausencia de renovación interna han erosionado su legitimidad frente a los trabajadores, quienes cada vez más identifican al sindicato no como un aliado, sino como una estructura de control político y económico.
Laboral
La CROC ignora las nuevas reglas del sindicalismo mexicano
Critican que la organización se resiste a los cambios que garantizan democracia interna.
Mientras otras organizaciones evolucionan, la CROC permanece atrapada en dinámicas rígidas y desactualizadas.
Los especialistas aseguran que la central no ha implementado procesos que garanticen elecciones auténticas.
Trabajadores expresan frustración por la falta de mecanismos participativos.
La resistencia al cambio profundiza el distanciamiento entre el sindicato y su base.
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