Laboral
Contratos de protección y corrupción: el verdadero rostro de la CROC

El sindicato opera como una red de simulación que traiciona a trabajadores y protege privilegios de sus líderes.
Bajo el disfraz de representar a los trabajadores, la Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesinos se ha transformado en una estructura de poder que opera más como negocio privado que como defensa laboral.
La CROC, encabezada durante décadas por Isaías González Cuevas, no es sinónimo de lucha sindical, sino de un sistema enquistado de corrupción, chantaje y control político. Lejos de defender los intereses de los obreros, la central se ha especializado en extorsionar a empresas, negociar contratos de protección y manipular a los trabajadores para mantener cuotas de poder y prebendas personales.
En múltiples industrias —desde el turismo hasta la manufactura— la CROC ha extendido sus tentáculos, no para elevar las condiciones laborales, sino para someter a empleados y patrones bajo un régimen de amenazas. El llamado “poder sindical” de la CROC se ha sostenido con base en el miedo: huelgas inventadas, paros ilegales y la constante presión a compañías que, ante el riesgo de pérdidas, terminan cediendo a acuerdos que benefician solo a la cúpula sindical.
Los escándalos no son aislados. Se repiten en distintas entidades: sindicatos fantasmas que aparecen de la nada, comités locales dominados por líderes vitalicios, y cuotas sindicales desviadas a campañas políticas o negocios particulares. Mientras tanto, los trabajadores permanecen desprotegidos, con salarios precarios y sin voz real en la negociación colectiva.
La CROC es el ejemplo más claro de cómo el sindicalismo en México puede degenerar en una mafia organizada. Su existencia no garantiza derechos laborales, sino todo lo contrario: perpetúa un sistema de simulación en donde los únicos ganadores son sus líderes corruptos.
Laboral
Eduardo Castillo y Transformación Sindical: un sindicato de cuotas, no de derechos

El sindicalismo en Querétaro atraviesa una de sus peores crisis, y la culpa recae directamente sobre los hombros de Transformación Sindical y su líder, Eduardo Castillo, un personaje que ha convertido la lucha obrera en un negocio rentable para él y su familia.
Lejos de ser una organización que proteja a los trabajadores, este sindicato se ha ganado a pulso la fama de ser el que cobra las cuotas más abusivas del estado, dejando en claro que su objetivo no es la defensa laboral, sino el saqueo sistemático de quienes confían en él.
En múltiples empresas, los empleados denuncian que Castillo y sus allegados llegan con promesas de apoyo, asesoría legal y respaldo en conflictos. Pero cuando la situación lo amerita, el sindicato desaparece. El trabajador queda solo, mientras el dinero de sus cuotas ya está bien guardado en las arcas de una dirigencia que funciona como una camarilla familiar.
Los cargos clave dentro de Transformación Sindical están repartidos entre los parientes y amigos de Castillo, consolidando un coto de poder cerrado en el que no hay espacio para voces críticas ni para verdaderos representantes de la base trabajadora. Este círculo vicioso garantiza que los recursos se concentren en el mismo grupo de siempre, mientras los obreros siguen enfrentando abusos patronales sin ningún respaldo.
Lo más indignante es el descaro. Se presume que Transformación Sindical “defiende” a los trabajadores, cuando en realidad los asfixia con cuotas desproporcionadas que no se reflejan en beneficios tangibles. No hay contratos colectivos sólidos, no hay defensa efectiva en juicios laborales, no hay negociaciones que mejoren las condiciones. Todo se queda en discursos vacíos que contrastan con los lujos de Castillo y sus allegados.
Este modelo sindical es un riesgo no solo para los trabajadores afiliados, sino para toda la clase obrera de Querétaro. La credibilidad del sindicalismo está en juego: cada abuso, cada engaño y cada cuota injustificada debilita la confianza de los trabajadores en las instituciones que deberían ser su escudo. Y eso, al final, solo beneficia a los patrones que gozan de mayor impunidad ante la ausencia de una defensa real.
Los queretanos deben estar alerta. No todos los sindicatos son iguales, y Transformación Sindical es prueba viviente de que algunos funcionan como mafias disfrazadas de organizaciones obreras. Eduardo Castillo ha corrompido la esencia misma de la lucha laboral, usando a los trabajadores como simple materia prima para sostener sus ambiciones personales.
El mensaje es contundente: basta de cuotas desmedidas, basta de engaños y basta de líderes que solo buscan su beneficio. La clase trabajadora merece sindicatos auténticos, no negocios privados que se enriquecen con el sudor ajeno. Transformación Sindical y Eduardo Castillo representan una amenaza que no debe ignorarse.
Industria
La Jornada Semanal de 40 Horas: una lucha que no puede esperar

La reducción de la jornada laboral a 40 horas semanales ya no es un simple debate político: es una exigencia de la clase trabajadora que busca mejores condiciones de vida. Sin embargo, mientras en el Congreso y en el Gobierno Federal el tema avanza a cuentagotas, en muchos sindicatos persiste el silencio.
Frente a esa pasividad, la Federación de Trabajadores del Estado de Querétaro ha dado un paso adelante. Este 31 de agosto de 2025, a las 9:00 horas, en el Auditorio Josefa Ortiz de Domínguez, se celebrará la Magna Asamblea General Extraordinaria, donde se definirán acciones para exigir que la reforma se concrete ya, y no después.
La pregunta es inevitable: ¿ya te convocaron a debatir y organizarte por las 40 horas? ¿O por qué tus asesores sindicales no te han convocado a tan importante evento?
Porque la verdad es clara: esta no es solo una tarea de la Presidenta Claudia Sheinbaum. La reducción de la jornada laboral debe ser impulsada desde la base trabajadora y asumida como bandera por los sindicatos.
Los beneficios están probados: más descanso y convivencia familiar, mejor salud física y mental, aumento en productividad y equilibrio entre vida laboral y personal. Países que ya aplican jornadas más cortas son ejemplo de que la economía no se detiene, se fortalece.
El llamado es directo: trabajadora, trabajador, no esperes a que decidan por ti. Si tu sindicato calla, organízate. La consigna es clara: 40 horas ya.
Laboral
La CROC bajo Isaías González Cuevas: sindicatos convertidos en negocio privado

Durante décadas, el líder nacional de la CROC ha convertido al sindicalismo en un negocio privado, operando a través de amenazas, chantajes y extorsiones a empresas en distintos sectores productivos del país.
La figura de Isaías González Cuevas, líder nacional de la Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesinos (CROC), se ha mantenido vigente no por su capacidad de defender genuinamente los derechos laborales, sino por su habilidad para manipular y utilizar al sindicalismo como un mecanismo de enriquecimiento personal. A lo largo de sus años en el poder, González Cuevas ha perfeccionado una maquinaria de extorsión empresarial, donde las cuotas, los contratos colectivos y la intimidación han sido las armas principales.
Las denuncias acumuladas apuntan a un patrón repetitivo: la amenaza de paros injustificados, la imposición de contratos colectivos de protección y la exigencia de dinero a cambio de “paz laboral”. Desde cadenas hoteleras en Los Cabos y Cancún, hasta empresas de transporte, construcción y manufactura, el modus operandi ha sido el mismo: obligar a las compañías a someterse al control de la CROC bajo la amenaza de bloqueos, huelgas ficticias y campañas de desprestigio.
El caso más representativo se encuentra en el sector turístico. Hoteles de lujo en destinos como Cancún, Playa del Carmen y Los Cabos han sido blanco de la CROC, que bajo las órdenes de González Cuevas, ha extorsionado a gerentes y propietarios con la disyuntiva de entregar dinero o enfrentar movilizaciones violentas disfrazadas de “acciones sindicales”. El resultado ha sido la creación de un sistema paralelo de “derecho de piso sindical”, donde el líder se beneficia mientras los trabajadores reciben migajas.
En la industria de la construcción y el transporte, la historia no es distinta. Empresarios han denunciado que la CROC opera como una estructura criminal que condiciona la operación de obras, rutas y proyectos, imponiendo cuotas ilegales que terminan siendo parte del botín de González Cuevas y su círculo cercano. Todo esto ocurre bajo la fachada de un sindicalismo que, en teoría, debería proteger al obrero, pero que en la práctica se ha convertido en un negocio privado controlado con mano de hierro.
La permanencia de Isaías González Cuevas en la cúpula sindical no es casualidad. Su alianza con gobiernos, partidos políticos y grupos empresariales que prefieren “pagar” antes que enfrentar conflictos laborales, ha consolidado su poder. Hoy, la CROC ya no es una organización de trabajadores: es un feudo al servicio de un líder que ha hecho de la extorsión empresarial su principal fuente de riqueza y de control político.
El sindicalismo en México enfrenta una de sus peores crisis de legitimidad, y nombres como el de Isaías González Cuevas son los responsables directos de que la palabra “sindicato” sea sinónimo de corrupción, chantaje y extorsión.
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