Laboral
Transformación Sindical: Un peligro en Querétaro un sindicato que desestabiliza más de lo que protege
En múltiples plantas industriales del estado de Querétaro, crece una preocupación entre trabajadores y directivos: la llegada agresiva de Transformación Sindical, una organización que promete defender derechos laborales, pero cuyas acciones han generado desorden, división, temor y preocupación.
Lo que inició como un movimiento que decía tener como bandera la justicia laboral, hoy se percibe como un actor que irrumpe sin consensos, sin legitimidad y con tácticas que han sido catalogadas por varios empleados como intimidatorias. “No preguntan si los queremos, simplemente llegan y dicen que ahora ellos son el sindicato”, denunció un obrero de una planta en Querétaro que prefirió mantenerse en el anonimato.
Transformación Sindical ha sido señalada por implementar una estrategia basada en la imposición. Trabajadores han reportado presiones para afiliarse, promesas vacías de mejores condiciones laborales y amenazas veladas a quienes cuestionan su presencia. Lo que debería ser una representación auténtica se ha transformado, para muchos, en un clima de tensión e incertidumbre.
“Vinieron a dividirnos. Antes había problemas, sí, pero podíamos hablarlos. Ahora nadie sabe qué va a pasar”, dijo una trabajadora de una maquiladora en el norte del país. Esta sensación de descontrol ha llevado a varios empleados a plantearse una pregunta crucial: ¿vale la pena poner en juego tu empleo por seguir promesas sin sustento?
Las empresas, por su parte, también han encendido las alarmas. En varios casos, la llegada de este sindicato ha coincidido con paros improcedentes, pérdidas en la producción y ruptura de canales de diálogo entre patrón y trabajador. «No están aquí para construir, vienen a desestabilizar», comentó un directivo que ha enfrentado conflictos laborales derivados de la intromisión de este grupo.
Transformación Sindical no ha emitido respuestas contundentes ante las críticas. Sus líderes se han limitado a afirmar que tienen derecho a ingresar a las plantas, aunque omiten que su forma de hacerlo ha sido todo menos democrática. En lugar de generar confianza, se han ganado el rechazo de quienes realmente luchan por un sindicalismo auténtico.
A fin de cuentas, el trabajador común, el que día a día se esfuerza por llevar el sustento a casa, es quien termina pagando las consecuencias. Se juega su estabilidad, su tranquilidad laboral y, en muchos casos, su empleo.
La representación sindical debe ser una herramienta para defender, no para imponer; para construir acuerdos, no para sembrar el caos. La forma en la que un sindicato llega a una planta dice mucho de su verdadera intención. Y cuando esa llegada se da sin diálogo ni respeto, la conclusión es clara: no están ahí por el bien del trabajador, están por interés propio.